El dolor no es sólo una sensación física: también tiene un componente emocional. Estas tensiones pueden convertir una lesión temporal en una dolencia duradera. Investigadores del Instituto Salk han identificado un circuito cerebral que confiere al dolor físico su componente emocional. Han encontrado así un nuevo punto de partida para el tratamiento de dolencias crónicas y afectivas como la fibromialgia, la migraña y el trastorno por estrés postraumático (TEPT). El estudio, publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences, identifica un grupo de neuronas en una zona central del cerebro llamada tálamo que parece mediar en la vertiente emocional o afectiva del dolor en ratones. Esta nueva vía de señalización desafía los conocimientos tradicionales sobre cómo se procesa el dolor en el cerebro y el cuerpo.
Cómo controla el cerebro las distintas dimensiones del dolor
“Durante décadas, la opinión predominante ha sido que el cerebro procesa los aspectos sensoriales y emocionales del dolor a través de vías separadas”, afirma el autor principal, Sung Han, profesor asociado y titular de la Cátedra de Desarrollo del Fondo Pioneer en el Instituto Salk. “Sin embargo, se ha debatido si la vía sensorial del dolor también contribuye al aspecto emocional del dolor. Nuestro estudio aporta pruebas sólidas de que una rama de la vía sensorial del dolor media directamente en la experiencia afectiva del dolor.” La sensación física del dolor nos permite percibirlo inmediatamente, evaluar su intensidad e identificar su origen. La parte afectiva del dolor es lo que lo hace tan desagradable. Este malestar emocional nos motiva a actuar y nos ayuda a asociar sentimientos negativos a la situación para poder evitarlos en el futuro.
Ésta es una diferencia crucial. La mayoría de las personas empiezan a percibir el dolor con la misma intensidad de estímulo, lo que significa que todos procesamos la parte sensorial del dolor de forma bastante similar. En comparación, nuestra capacidad para tolerar el dolor varía enormemente. El grado en que sufrimos el dolor o nos sentimos amenazados por él viene determinado por nuestro procesamiento afectivo. Si éste se vuelve demasiado sensible o dura demasiado, puede dar lugar a un trastorno del dolor. Por eso es importante comprender qué partes del cerebro controlan estas distintas dimensiones del dolor. Se pensaba que el dolor sensorial estaba mediado por el tracto espinotalámico, una vía de señalización que envía señales de dolor desde la médula espinal hasta el tálamo, que a su vez las transmite a las áreas de procesamiento sensorial de todo el cerebro. El dolor afectivo solía estar mediado por una segunda vía, el llamado tracto espinoparabraquial, que transmite información sobre el dolor desde la médula espinal hasta el tronco encefálico.
Sin embargo, estudios previos realizados con métodos de investigación más antiguos han sugerido que el circuito del dolor puede ser más complejo. Este antiguo debate inspiró a Han y su equipo a reexaminar la cuestión utilizando herramientas de investigación modernas. Utilizando técnicas avanzadas para manipular la actividad de células cerebrales concretas, los investigadores descubrieron una nueva vía de señalización espinotalámica en ratones. En este circuito, las señales de dolor se transmiten desde la médula espinal a otra parte del tálamo que está conectada a la amígdala, el centro emocional del cerebro. Este grupo concreto de neuronas del tálamo puede identificarse por su expresión de CGRP (Calcitonin Gene-Related Peptide), un neuropéptido descubierto originalmente en el laboratorio del profesor Ronald Evans en el Instituto Salk.
Métodos de tratamiento de dolencias como la fibromialgia y la migraña
Cuando los investigadores “apagaron” (silenciaron genéticamente) estas neuronas CGRP, los ratones siguieron respondiendo a estímulos dolorosos leves como el calor o la presión, lo que indica que su procesamiento sensorial estaba intacto. Sin embargo, no parecían asociar ningún sentimiento negativo persistente a estas situaciones y no mostraron ningún comportamiento aprendido de miedo o evitación en experimentos posteriores. En cambio, cuando se “encendieron” (activaron optogenéticamente) las mismas neuronas, los ratones mostraron claros signos de estrés y aprendieron a evitar esta zona, incluso cuando no se utilizaron estímulos dolorosos. “El procesamiento del dolor no consiste sólo en que los nervios lo perciban, sino en que el cerebro decida la importancia de ese dolor”, explica el primer autor, Sukjae Kang, investigador asociado del laboratorio de Han. “Comprender la biología que hay detrás de estos dos procesos diferentes nos ayudará a encontrar tratamientos para el dolor que no responde a los fármacos convencionales”.
Muchas dolencias crónicas -como la fibromialgia y las migrañas- se asocian a experiencias de dolor prolongadas, intensas y desagradables, a menudo sin una causa física o lesión clara. Algunos pacientes también manifiestan una sensibilidad extrema a estímulos comunes como la luz, el sonido o el tacto que otras personas no experimentarían como dolorosos. Han afirma que la activación excesiva de la vía de señalización CGRP-espinotálamo podría contribuir a estos trastornos al hacer que el cerebro malinterprete los estímulos sensoriales o reaccione de forma exagerada ante ellos. De hecho, el análisis del transcriptoma de las neuronas CGRP demostró que expresan muchos de los genes asociados a la migraña y otros trastornos del dolor. Sorprendentemente, ya se utilizan varios bloqueantes del CGRP para tratar la migraña. Este estudio podría ayudar a explicar cómo actúan estos fármacos y podría conducir a nuevos tratamientos no adictivos para los trastornos afectivos del dolor.
Han también considera que puede ser relevante para trastornos psiquiátricos asociados a una mayor percepción de la amenaza, como el trastorno de estrés postraumático. Cada vez hay más indicios en su laboratorio de que la vía del dolor afectivo del CGRP forma parte de un sistema de alarma más amplio del cerebro, que detecta y responde no sólo al dolor, sino a toda una serie de sensaciones desagradables. Suprimir esta vía con bloqueantes del CGRP podría ofrecer un nuevo enfoque para aliviar la ansiedad, el comportamiento de evitación y la hipervigilancia en trastornos relacionados con el trauma. Sin embargo, es importante señalar que la relación entre la vía de señalización del CGRP y el dolor psicológico asociado a experiencias sociales como el duelo, la soledad y el desamor aún no está clara y requiere más investigación.